-Me
voy, me voy con Leyes, ¿venís?
“¿Por
qué carajo me fui? Tal vez, si no me hubiera ido…”
Había
llegado el verano diciembre había pasado rápidamente, egresé de la escuela. No
quería pasar otro verano en ese infierno. La escuela me había ayudado de manera
parcial, tocaba dar el gran paso. Estaba ansiosa, en ese momento creí en Dios,
en Apolo y Gilda. Mi hermano Valentín tenía
un mes de vida, y ya estaba a mi cargo. Otra más no, pensaba. Tenía mucho dolor
de panza, me temblaba el cuerpo pero quería irme lejos. Todo me daba asco, ya
no lo soportaba. Lo planee durante noches, acostada en el colchón, mientras en
el otro extremo Belen se besaba con Mauri en la oscuridad de la noche. Simulé
que me dolía una muela, insistí a mi madre que le pidiera permiso al colo, ella
no me hacía caso. Como siempre. Seguía
con sus labores, y aconsejaba que me acostara. No. Me duele. Volví a insistir,
luego de darme una serie de órdenes, el 24 de enero de 2005, tomé mi mochila de
ataque 77, dentro de ella puse dos libros, las cartas de Gastón y su foto. Ya
lo había olvidado, sin embargo, recuerdo que llore mucho junto a su hombro
cuando me abandonó. Estábamos en la parada del J, él había desaparecido ya no
me enviaba cartas, ni me esperaba en la puerta de la escuela. Entonces decidí
ir a su casa, no quería salir a darme explicaciones, hasta que su prima logró convencerlo.
Me abrazo me pidió perdón pero no quería que corra peligro, yo creí que él me
podía salvar, no entendía porque él tampoco, podía quererme. Vivía para sufrir el abandono, sus
palabras fueron como un empujón a un precipicio. Durante las noches lloraba en
silencio, nadie podía saber el porqué de mi tristeza. Luego los días pasaron y
decidí irme, el colo me puso una escolta, creo que sospechaba que me iría,
escaparía. Caminé las quince cuadras bajo el sol de las 7 a.m junto a Belen mi
escolta y hermana. No podía confiar en ella, no podía confiar en nadie. Al
llegar a la parada ella me miró y se rió diciéndome “ay ayes me das pena”, y
mostró sus pequeños dientes, yo le seguí
la corriente. Siempre me preguntaré porqué me dijo tal cosa. Una vez subidas al
J, estaba más y más ansiosa pero en el momento en que debíamos bajar, le indico
que baje primero y una vez en la vereda le grito bajo en la próxima tengo que
hacer unas cosas. Ella no entendió pero cuando el micro arrancó me alejé. Bajé más adelante, buscando un locutorio.
Este estaba abriendo, me puse más
ansiosa le pregunté al chico que atiende si podía usar uno de los teléfonos y
me respondió que esperara que encienda todo. Los minutos pasaban, y en mi
cabeza aparecía Belen junto al colo para sacarme de los pelos y llevarme a la
casilla nuevamente. Y cuando menos lo esperaba, el chico me dice entra por la
cabina 3, los dedos me temblaban pero logré recordar el numero del trabajo de
Leyes, en su casa ya no estaría eran las 8.30 a.m; cuando me atiende le cuento
todo rápidamente le pido que me aloje que ya no quería volver, que el colo me
pegaba y vivir en ese lugar era como estar en un campo de concentración,
gracias a la escuela pude realizar esa analogía. Mi profe de historia nos había
llevado para ver la noche de los lápices y habíamos estudiado bien la segunda
guerra mundial. En ese momento me di cuenta que no quería ser prisionera de mi
propia madre yo quería ser libre, aunque esa libertad se consiga al darme
cuenta que ella no me quería, y me cambiaba por una pija. Leyes me dijo “bueno
vení a mi trabajo”, yo no entendía a donde estaba yendo, pero ahí la encontré, en
la puerta me abrazo, hablamos y llamó a mi padre. Hacía muchos años que no lo
veía, no recordaba su cara, ni su voz, para mí era un extraño. Me beso la
frente y me dijo “hola hijo”, le respondí soy mujer. Pero tenes el pelo corto
respondió. Me molestó pero él era mi única salvación, yo era menor de edad, y
Leyes le teme a todo. Nos fuimos en un
taxi a la comisaría de Berisso, cuando entré
le dijo al policía que iba a hacer una denuncia, el policía lo mira a mi
padre, el le responde “ella sabe lo que hace yo no tengo nada que ver”, entré a
una oficina llena de papeles, donde había tres policías mujeres, una me toma la denuncia, y su máquina de escribir
funcionaba mal, entonces me pide que la espere, mi padre estaba parado detrás
de mí y me acariciaba la cabeza como si yo fuera un perro. La mujer policía me
dice bueno contame, en ese momento vomité todo con detalles, la maquina hacia
mucho ruido, la mujer no podía seguirme con tanta rapidez, lloré un poco.
Terminé de hablar y me hizo firmar el papel y se lo hizo firmar a mi padre. Cuando
creí que podía irme me avisan que tienen que llamar a mi madre, entré en pánico
vendría el colo con su escopeta y mataría a todos los policías y me llevaría a
la casilla. Todo aquello se iluminó en mi cara, porque el policía de la puerta
me dijo “ no te asustes tenemos que avisarle sino es abandono de hogar y sos
menor.” Bueno accedí le dicté el numero de celular, lo recordaba de memoria. Esperé
un rato, y vi cuando entraba furiosa, se había cambiado para la ocasión, llegó
hasta donde estaba sentada, me miró a los ojos, y pronunció con su boca pintada
de marrón “sos una traidora”. Lloré.