viernes, 14 de octubre de 2016

Infinita tristeza

La autora ha decidido escribir un relato largo, algunos lo llaman novela, nouvelle, relato real, ficción entre otras cosas. La protagonista quiero sacar a la luz, sus más asquerosos y preciados secretos.

-Me voy, me voy con Leyes, ¿venís?
“¿Por qué carajo me fui? Tal vez, si no me hubiera ido…”

Había llegado el verano diciembre había pasado rápidamente, egresé de la escuela. No quería pasar otro verano en ese infierno. La escuela me había ayudado de manera parcial, tocaba dar el gran paso. Estaba ansiosa, en ese momento creí en Dios, en Apolo  y Gilda. Mi hermano Valentín tenía un mes de vida, y ya estaba a mi cargo. Otra más no, pensaba. Tenía mucho dolor de panza, me temblaba el cuerpo pero quería irme lejos. Todo me daba asco, ya no lo soportaba. Lo planee durante noches, acostada en el colchón, mientras en el otro extremo Belen se besaba con Mauri en la oscuridad de la noche. Simulé que me dolía una muela, insistí a mi madre que le pidiera permiso al colo, ella no me hacía caso. Como siempre.  Seguía con sus labores, y aconsejaba que me acostara. No. Me duele. Volví a insistir, luego de darme una serie de órdenes, el 24 de enero de 2005, tomé mi mochila de ataque 77, dentro de ella puse dos libros, las cartas de Gastón y su foto. Ya lo había olvidado, sin embargo, recuerdo que llore mucho junto a su hombro cuando me abandonó. Estábamos en la parada del J, él había desaparecido ya no me enviaba cartas, ni me esperaba en la puerta de la escuela. Entonces decidí ir a su casa, no quería salir a darme explicaciones, hasta que su prima logró convencerlo. Me abrazo me pidió perdón pero no quería que corra peligro, yo creí que él me podía salvar, no entendía porque él tampoco, podía  quererme. Vivía para sufrir el abandono, sus palabras fueron como un empujón a un precipicio. Durante las noches lloraba en silencio, nadie podía saber el porqué de mi tristeza. Luego los días pasaron y decidí irme, el colo me puso una escolta, creo que sospechaba que me iría, escaparía. Caminé las quince cuadras bajo el sol de las 7 a.m junto a Belen mi escolta y hermana. No podía confiar en ella, no podía confiar en nadie. Al llegar a la parada ella me miró y se rió diciéndome “ay ayes me das pena”, y mostró sus pequeños dientes,  yo le seguí la corriente. Siempre me preguntaré porqué me dijo tal cosa. Una vez subidas al J, estaba más y más ansiosa pero en el momento en que debíamos bajar, le indico que baje primero y una vez en la vereda le grito bajo en la próxima tengo que hacer unas cosas. Ella no entendió pero cuando el micro arrancó me alejé.  Bajé más adelante, buscando un locutorio. Este estaba  abriendo, me puse más ansiosa le pregunté al chico que atiende si podía usar uno de los teléfonos y me respondió que esperara que encienda todo. Los minutos pasaban, y en mi cabeza aparecía Belen junto al colo para sacarme de los pelos y llevarme a la casilla nuevamente. Y cuando menos lo esperaba, el chico me dice entra por la cabina 3, los dedos me temblaban pero logré recordar el numero del trabajo de Leyes, en su casa ya no estaría eran las 8.30 a.m; cuando me atiende le cuento todo rápidamente le pido que me aloje que ya no quería volver, que el colo me pegaba y vivir en ese lugar era como estar en un campo de concentración, gracias a la escuela pude realizar esa analogía. Mi profe de historia nos había llevado para ver la noche de los lápices y habíamos estudiado bien la segunda guerra mundial. En ese momento me di cuenta que no quería ser prisionera de mi propia madre yo quería ser libre, aunque esa libertad se consiga al darme cuenta que ella no me quería, y me cambiaba por una pija. Leyes me dijo “bueno vení a mi trabajo”, yo no entendía a donde estaba yendo, pero ahí la encontré, en la puerta me abrazo, hablamos y llamó a mi padre. Hacía muchos años que no lo veía, no recordaba su cara, ni su voz, para mí era un extraño. Me beso la frente y me dijo “hola hijo”, le respondí soy mujer. Pero tenes el pelo corto respondió. Me molestó pero él era mi única salvación, yo era menor de edad, y Leyes le teme  a todo. Nos fuimos en un taxi a la comisaría de Berisso, cuando entré  le dijo al policía que iba a hacer una denuncia, el policía lo mira a mi padre, el le responde “ella sabe lo que hace yo no tengo nada que ver”, entré a una oficina llena de papeles, donde había tres policías mujeres, una  me toma la denuncia, y su máquina de escribir funcionaba mal, entonces me pide que la espere, mi padre estaba parado detrás de mí y me acariciaba la cabeza como si yo fuera un perro. La mujer policía me dice bueno contame, en ese momento vomité todo con detalles, la maquina hacia mucho ruido, la mujer no podía seguirme con tanta rapidez, lloré un poco. Terminé de hablar y me hizo firmar el papel y se lo hizo firmar a mi padre. Cuando creí que podía irme me avisan que tienen que llamar a mi madre, entré en pánico vendría el colo con su escopeta y mataría a todos los policías y me llevaría a la casilla. Todo aquello se iluminó en mi cara, porque el policía de la puerta me dijo “ no te asustes tenemos que avisarle sino es abandono de hogar y sos menor.” Bueno accedí le dicté el numero de celular, lo recordaba de memoria. Esperé un rato, y vi cuando entraba furiosa, se había cambiado para la ocasión, llegó hasta donde estaba sentada, me miró a los ojos, y pronunció con su boca pintada de marrón “sos una traidora”. Lloré.



Una especie de presentación.

“No hay una construcción posible en soledad” Mi nombre es ayito y soy disca. O, técnicamente hablando persona con discapacidad. ...